jueves, 28 de junio de 2012

Soy Zapato


Hermes Castañeda Caudana
Hoy, les obsequio un delicioso bocadillo literario, nacido de la pluma de un Loco Escritor. Espero sus aportes y comentarios: el.arte.del.striptease@gmail.com

Soy Zapato, original de Rubén Rojo Aruajo
Hola, ¿cómo están? Realmente me siento impresionado, y un poco inquieto porque nunca pensé que podría dirigirme a ustedes. Bueno, antes de presentarme, quiero que sepan que soy de los pocos que pueden sentirse orgullosos de tener un viejo historial.
     En efecto, provengo de una clase privilegiada, sé que tengo pedigrí… sí, ya sé que esa palabra es exclusiva para referirse a animales, pero en esta ocasión, quiero adjudicármela; porque después de tener una historia familiar de más de 4 000 años, hay que sentirse muy orgulloso, ¿no creen? Y eso sí es poseer un verdadero abolengo… jajaja.
     Soy Zapato. Sí, ese es mi nombre; muy común, pero no raro. Hay quienes se llaman Hermes, Valentín, Juan, Nicandro, Soledad, Luisa. ¿Y qué? Yo también soy un ser en este mundo; muy especial, por cierto, porque tengo la facultad de hablar y eso voy a aprovecharlo para contarles un poquitín de mí. Únicamente un pequeño flashazo de lo que he vivido.
     Antes quiero decirles que en mí, se concentra toda la historia desde que fui creado por la madre necesidad, que aquí entre nos, ¿se imaginan que hubiera sido de todos nosotros si nuestra madre necesidad se hubiera llamado de otra manera? ¿Qué hubiera pasado? ¡No existiríamos! Ni yo, ni muchas, muchas cosas… ¿Creen que nuestra sociedad sería la misma que conocemos? Yo no estoy tan seguro. Como ven, tengo una madre muy importante, pero…
     No obstante que provengo de una gran familia, mi misión en esta vida es servir; hacer que mis hermanos se sientan contentos, a gusto, orgullosos de lucirme, pero principalmente cómodos de los pies… y aunque con mucha frecuencia ellos no saben corresponder, eso me afecta sólo temporalmente, pues soy tan especial, que después de un tiempo vuelvo a renacer con diferentes caras, formas, colores, tamaños y materiales. Soy un zapato. No un zapato en el sentido peyorativo que algunos de ustedes suelen usar. Soy un zapato tal cual, con vida, y no sólo eso. Puedo hablar y tengo sentimientos.
     Bueno, lo que quiero hacer en este momento es platicarles algunas cosas que me han sucedido durante mi larguísima vida; por ejemplo, en una ocasión fui comprado por vanidad.
     Mi primer dueño era de esos que compran zapatos como quien compra caramelos. Me compró junto a mi par –obviamente– y fui arrojado a un armario gigantesco con otros zapatos ansiosos por ser usados, por cumplir con su destino de zapato. Yo tuve la suerte de ser usado dos veces. La primera fue para una conferencia que mi dueño dio delante de cientos de zapatos elegantes; la segunda, fue en una fiesta donde terminé debajo de la cama con un par de botitas de cuero de las que me tuve que encargar yo solo porque, mi compañero, “ni fu ni fa”. ¡Hasta sospecho algo de él! ¡Jejeje! Fueron pasando los días y las semanas, y  terminé acostumbrándome sin problemas a mi vida de ocio junto al resto de los zapatos, sobre una alfombra roja y cómoda, en el armario gigante y cálido. Un día, mi situación dio un cambio inesperado, cuando me sacaron por tercera vez del armario. Me alegré al pensar que iba a ser usado nuevamente y quizá era el momento de otra fiesta donde conocería nuevas botitas o, tal vez, unas sandalias.
     De pronto, mi piel se puso húmeda, pues mi instinto de conservación me decía que algo anormal pasaba. Entonces, supe cuál era mi verdadero destino: una bolsa negra. Allí fui a parar junto a camisas, calzones, calcetines, pantalones, medias y demás indumentaria. Permanecí ahí, encerrado, semanas, meses quizá… Perdí la noción del tiempo. Pensé que era el fin, que probablemente me hallaría en un basurero y que, de un momento a otro, me quemarían como a cualquier desecho. Pero no fue así. Un día la bolsa se abrió y vi a un hombre barbudo, con la cara negra de sucia y que, con manos llenas de mugre, me tomó junto a mi inanimado par. Ese hombre barbudo puso su pie duro y sucio dentro de mí, convirtiéndose en mi segundo dueño.
     El primer día fue fatal, ¡no quisiera recordarlo! Caminé por calles de tierra, por adoquines, me ensucié de barro, y de vez en cuando anduve por alguna vereda sin tantas imperfecciones, donde me sentía un poco aliviado. ¡Cómo añoraba el armario y su piso alfombrado y con olor a limpio!, en aquellos días de caminatas infinitas por caminos tortuosos, sometido al peor olor a pata que pudiera existir; bueno, hasta deseaba un poco del pinchi puto y asfixiante talco que me echaba la sirvienta de mi anterior dueño. ¿Qué había hecho yo, un simple zapato, para merecer esto? Me preguntaba. …
     Sin embargo, con el pasar de los días y muchos kilómetros de andar, me terminé acostumbrando a mi nueva vida. Íbamos y veníamos por toda la ciudad en busca de cartones. El peso del carrito que mi dueño arrastraba hacía que mi desgaste fuera mayor, pero por alguna razón me sentía bien ayudándolo.
     Si el día era bueno, él compraba queso, pan, vino tinto y en ocasiones grasa para zapatos que solía frotar en mi piel y, con un trapo sucio, intentaba sacarme brillo. Tengo la impresión de que esta persona llegó a tener prestigio social en otra época, pero algo le sucedió, que cayó en tal estado de abandono. 
     Cuando anochecía nos dirigíamos al atrio de una iglesia, donde me quitaba de sus pies y me dejaba a un costado de él, junto con una mochila vieja, cobijas y una biblia. A veces pasábamos la noche en una cantina y, mientras él y otros hombres tomaban vino y cantaban, nosotros los zapatos nos contábamos nuestras historias de vida, las cuales no se diferenciaban demasiado entre sí.
     Durante ese tiempo comparé mis dos vidas y, por alguna razón, no añoraba para nada la anterior. Sí, quizá me hubiera gustado volver a ver a aquellas botitas de cuero. Pero si me hubiesen visto en aquel estado, dudo mucho que me hubieran saludado. De todos modos no importaba, me sentía querido y útil, algo que esas botitas burguesas nunca llegarían a sentir. Escuché decir una vez que uno tiene dos nacimientos; el primero, es el que todos conocemos: en mi caso, cuando me cosió aquella niña de quince años. La segunda ocasión que nacemos, sin embargo, es cuando uno encuentra su destino. Pues bien, yo nací de nuevo cuando la bolsa negra se abrió y el barbudo me tomó con sus curtidas manos…
     Seré breve sobre mi final porque me siento cansado de hablar. El tiempo siguió su paso y una mañana de invierno, el barbudo no se levanto más, sus pies sucios y olorosos (olor que añoro) estaban fríos y rígidos. Me separaron de él y se lo llevaron en una ambulancia, vi su cara morada, sucia y, sin decir una palabra, se despidió de mí para siempre.
     Ahora estoy en un terreno baldío rodeado de ruedas con agua podrida en su interior; periódicos resecos, ranas, moscas, mosquitos, botellas de plástico y vidrio, y al lado mío, mi par.
     Me encuentro en un lugar muy especial, rodeado de miles de zapatos y zapatillas. Es el cementerio de los zapatos de las personas desaparecidas con violencia; vienen de Tijuana, Sinaloa, Veracruz, Guerrero, Morelos, Nuevo León, Tamaulipas, el Distrito Federal y de toda la república en general. Ellos son los zapatos que esperan encontrar un nuevo dueño. Yo me sonrío sin ganas, porque aquí no viene nadie, no hay nada agradable, solo frío, soledad y tristeza…
     Mi par no se mueve, no se ríe, no baila, no habla, no me ayuda a conquistar botitas; no hace nada, pero conserva el olor y el calor de nuestro último dueño, y yo me aferro a él fuertemente, porque me alivia el frío y la soledad, y me recuerda… me recuerda quién soy. 
     Ahora sólo espero; pero, ¿qué espero? A nadie. Porque vivimos en la nada.

Rubén Rojo Araujo, Loco Escritor; temperamental y sensible, con atisbos de ternura.

domingo, 17 de junio de 2012

Con los ojos del cielo



Hermes Castañeda Caudana

Queridos amigos y amigas, les obsequio este bello escrito desde Rosarito, Baja California, adonde me encuentro mientras escribo estas líneas, en la presentación de mi propuesta teórica y didáctica para la creación literaria en el 5° Congreso Nacional de Educación. Desde aquí, los y las invito a que asistan a la Tertulia Literaria a realizarse este 18 de junio en la antigua estación del Ferrocarril de Iguala de la Independencia, Gro., a partir de las 17:00 horas. En este evento, enmarcado en los trabajos de la Casa de la Cultura Iguala de la UAG, contaremos con la participación del Taller de Música Claro de Luna; y asimismo, por supuesto, de los Locos Escritores y Escritoras. Hay un lugar para ti. ¡¡¡NO FALTES!!! Este bocadillo, es una probadita más del banquete literario y musical que degustaremos el próximo lunes. ¡Escríbanme! el.arte.del.striptease@gmail.com

Con los ojos del cielo, original de Joyce S. Hernández

Jueves 3. Es el primer día de un nuevo curso en la academia de música. He decidido llevar un registro de lo que sucede acá. Ya han pasado, mmm… ¿un año, dos? No sé; quizá más, quizá menos, pero siempre son las mismas caras emocionadas, los mismos rostros sonrientes que, poco a poco, se entusiasman más o pierden totalmente el interés en aprender. En fin, ¡a empezar se ha dicho!

Sábado 5. Hoy, luego de dos días desde el inicio del curso, llegó una joven. Es distinta a las demás, pues casi todos tienen aproximadamente 16 o 17 años. Ella parece tener unos 12 o 13. Llegó tarde, nerviosa, y con el uniforme de la secundaria todo sucio y arrugado; más parecía venir de un partido de fútbol que de las clases. Minerva me ha asignado para que yo sea su compañera mientras aprende. La verdad no me entusiasma la idea, se ve que es una chica descuidada y no quiero que vaya a rasgarme o, en el peor de los casos, a destruirme. Hace un año, ¡aah…! todavía recuerdo al demonio de Jacinto. ¡Casi me parte en dos por usarme como juguete! Espero que esta chica sí pueda tratarme como lo que soy, un objeto valiosísimo, y no como una raqueta de tenis.

Martes 8. Aprende rápido. Hablo de Ángela, así se llama la joven. Es muy hábil al tocar las cuerdas; la armonía que surge de entre sus dedos, con sólo unas notas aprendidas, es maravillosa. Al principio dudé que no hubiera tomado clases antes, pero noté que las primeras ejecuciones del círculo de sol le costaron mucho esfuerzo; la soltura vino después de ocho ensayos. Tiene un cabello rizado muy lindo, negro, negro, como la noche sin estrellas, porque ésas las tiene en los ojos, de un azul tan claro como el cielo en primavera. Tiene un ángel especial, un aura que despide paz, tranquilidad, pasión por aprender. Estoy ansiosa por ver su progreso.

Jueves 10. Jejeje, hoy ha sido un día divertido. Aunque sabe pocas notas, Ángela está empeñada en aprender a tocar la canción de “La Pantera Rosa” en requinto. ¡Jajaja!, los primeros intentos fueron un caos tremendo. Cuando no se le resbalaban los dedos de las cuerdas, pisaba dos al mismo tiempo. Se estaba desesperando cuando Minerva, tan paciente como siempre, le ayudó; le pidió que se serenara, porque de otro modo, le sería aún más difícil de lo que le estaba resultando lograr la ejecución. ¡Estuvimos tres horas practicando juntas! Permaneció en dos clases, pues el horario normal es de dos horas, así que también estuvo practicando con el grupo de seis a ocho. Por fin, a las 7:40 pudo tocarla con fluidez: turum turum, turum, turum turum turum turururuuuum, tururururum. Esta chica es persistente, le será fácil dominar los diez círculos en poco tiempo.

Sábado 19. Sospecho que Ángela tiene problemas. Las primeras clases se veía emocionada, pero su ánimo está decayendo, y no creo que sea por desinterés. Cada vez que toca, sus ojos enmarcados en azul celeste se ven ensombrecidos por una pequeña nube de tristeza, como si de sus largas pestañas rizadas quisiera llover… No sé, parece triste, decepcionada, sola. Quisiera ayudarla, pero, ¿cómo? Únicamente puedo tratar de consolar su pena con las notas de mis cuerdas y las ondas de mi voz maderosa. No sé qué tiene, ni cómo ayudarla, sólo dejo que siga ejecutando las notas que le ayudan a olvidarse de su triste mundo por unas horas, durante la clase.

Miércoles 30. Hoy estuvo diferente. Ángela cambió drásticamente la melodía que estaba aprendiendo a interpretar. Quería tocar una pieza de música suave, con tintes clásicos, no sé, como una mezcla de Beethoven, Mozart y Liszt. Ahora está usando unos acordes bruscos, duros, sin alma; me duelen las cuerdas de tocar lo que ella ejecuta. Incluso se le ve distinta. Hoy dejó de usar el listón color naranja anudado sobre su cabeza, en forma de moño, y lo reemplazó con una cinta negra. De hecho, en una de las notas de su disque canción casi me arranca la quinta cuerda; me rasgó con tanta ira que me asustó. Espero que sea algo pasajero…

Viernes 8. El día de ayer faltó, y hoy llegó tarde. Casi se me rompe el diapasón de verla. Tenía los ojos llenos de pintura negra; en el párpado inferior, en lugar de delineador, parecía que traía ojeras de muerto. Su cabello estaba rebozado de esa goma que usan para peinar, todo tieso: parecía maraña. Nada quedaba de esos rizos azabache que bailaban con la armonía de mis acordes. Desearía que fuera sólo una crisis adolescente, pero no parece, creo que es por la influencia de otros que ha cambiado tanto, porque ella no era así, ¡juro que no era así!

Lunes 11. Hoy, definitivamente, no tengo ganas de tocar nada. Ángela llegó tarde – como es su costumbre, últimamente– y me cogió con tanta brusquedad que casi me tira al suelo. Estaba molesta. Tomó el talín y, al tratar de acomodarlo en mi boca, lastimó la madera de mi cara frontal. Luego comenzó a rasgarme rápidamente, de modo que mi primera cuerda se aflojó. El peor momento fue cuando empezó a enfadarse sin motivo; me tomó, me dejó en el rincón y fue hasta donde estaba la maestra. Aproveché para observarla un poco. Miré sus ojos, y no estaban enmarcados con el azul del cielo. Era más la penumbra de su soledad la que brotaba entre el hollín de sus párpados. Cuando salió azotando la puerta, supe, en el fondo de mi corazón de madera y metal, que no la volvería a ver.


La Escritora Joyce S. Hernández; llega pisando fuerte a la escena literaria. Hay que estar muy atentos... Ella dará mucho de qué hablar.

domingo, 10 de junio de 2012

La taza de baño


Hermes Castañeda Caudana

Hoy, les obsequio una probadita del banquete preparado para todos ustedes, mismo que degustaremos en la Tertulia Literaria a realizarse el próximo 18 de junio en la antigua Estación del Ferrocarril, a partir de las 17:00 horas. Doy por ello mis agradecimientos a la profesora Cecilia Zúñiga Gómez por las facilidades concedidas, así como al maestro Mario Rodríguez Díaz y a todo el personal de la Casa de la Cultura Zona Norte de la UAG, por el apoyo decidido e incondicional brindado a nuestro grupo de Locos Escritores y Escritoras. Como siempre, son bienvenidos sus comentarios y aportes: el.arte.del.striptease@gmail.com

La taza de baño, original de Soledad Manzanares Hernández
Hola, ¿qué les puedo decir? Mi trabajo no es el más bonito que digamos, es más, les aseguro que ninguno de ustedes quisiera estar en mi lugar.
      En ciertas ocasiones, algunas personas llegan hasta a bendecirme por encontrarme en su camino, pero después de un rato ni las gracias me dan, y otros tantos terminan pagándome mal, dejándome totalmente sucia.
      Sí, soy lo que algunos de ustedes están pensando. Soy una taza de baño. Pero no de cualquier baño, ¿eh? ¡Nooo! Soy la taza de un baño público de mujeres en el mercado. En donde, por cierto, he logrado conocer diferentes tipos de traseros. Desde aquellos glúteos caídos, planos y flácidos, hasta los bien redonditos y duritos.
      Por ejemplo, doña Tencha, una señora obesa y dueña del puesto de ropa de la entrada, ¡tiene una exageración de nalgas!, y cuando se posa en mí, éstas se  desparraman por todos lados. ¡Vaya que está pesadita! ¡Ah! y todavía se da el lujo de ponerse a leer su revista Tvynovelas o el periódico y así se le va hasta media hora, sentadota sobre mí; tanto, que a veces ya no sé si la que puja es ella o soy yo.
      También está Renata, la hija de los dueños del puesto más grande de zapatos, y quién por cierto, es sobrina de doña Tencha. Ella por lo regular me visita después de la hora de la comida, para devolver los sagrados alimentos que ingiere junto con la familia. Es una adolescente muy bonita y con un cuerpo demasiado esbelto, quien teme ser gorda como su tía o como su mamá.
      Y no hablemos de la presumida de doña Chuy, la esposa del carnicero, una cuarentona que se jacta de tener un hermoso trasero, y quien en realidad usa un calzón con esponja, eso sí, ¡carísimo!, de esos que anuncian en la tele. Porque al natural, ella tiene nalgas de cebolla: ¡para llorar! Vaya que si yo hablara…
      En realidad los únicos glúteos que yo he visto hasta ahorita muy bien formados y bonitos, casi, casi, como los de la Jennifer López, son los de la muchacha del puesto de las aguas frescas, de esos sí no hay nada que decir; bueno, de ellos no, pero de ella sí… ¡que se anda acostando con el carnicero, esposo de doña Chuy! Eso  lo sé porque a veces, cuando viene, se llaman por teléfono o se mandan mensajes.
      Pero en fin, lo único que les puedo decir es que de todas las tazas de baño de este lugar, soy la más bonita y una de las más nuevas. Gracias a eso, algunas de las mujeres que vienen a diario a estos baños me eligen y, bueno, aquí quién no se entera de los más recientes chismes: que si ésta anda con aquél, que si la hija de fulana es bien puta, que si le están poniendo los cuernos al marido, que si ya un matrimonio se anda dejando y por qué, que si esto, que si lo otro, etc.  Aquí las mujeres no tienen pecho de bodega y suelen hasta ponerle de su cosecha, entonces el chisme ¡sí que se arma en grande!
      Por ellas he logrado conocer  algunos tipos de sentimientos que existen, aunque más negativos que positivos, como la envidia, la avaricia, la soberbia, el ego, el desprecio, el rencor y, sobre todo, la hipocresía.
      Me preocupa que quizás dentro de poco ya no sea la más visitada, pues ya comienzo a llenarme de sarro, y es que la encargada de los baños es nueva y aunque ya le enseñaron cómo asearme, nada más se hace pendeja mensajeándose por el celular con el de los discos piratas, quien según le viene a ayudar a cerrar, pero en realidad se la viene a manosear bien sabroso, y cuando se da cuenta ya se le hizo tarde, por lo que sólo me da una pasadita con la escoba en lugar de tallarme bien con el cepillo y dejar que actúe el cloro activo anti-hongos por lo menos tres minutos. ¡Chingada mocosa calenturienta!, a mí no me talla, pero… ¿qué tal se la tallan a ella?
      ¡Ay! Cómo extraño a Roberta, ella sí que sabía cuidarme y limpiarme muy bien, hasta fragancia fresca me ponía para que al otro día yo estuviera listísima, pero ni modo, así es la vida, hoy les sirvo y quizás mañana no duden en desecharme y cambiarme por una nueva que al igual que yo, se enterará de tantas historias, si no las mismas, segura estoy que parecidas.

Más sangre… con tinta y papel



Hermes Castañeda Caudana
–“¡No lo pienses más y agárralo!” –aconsejaron sus padres a la joven y, a los dieciocho, estaba casada. Eugen, sin duda, era un buen partido: un hombre económicamente próspero que casi le doblaba la edad. En su vida marital, él se mostró generoso como el que más y la llegada de un hijo, como cereza del pastel, coronó una historia de aparente dicha y bienestar. ¿Qué más podía pedir una mujer? ¿Tal vez algo de genuina felicidad? Eso fue lo que pareció ofrecerle su reencuentro con Ulli, un viejo conocido de la infancia que ahora volvía para ejercer como ingeniero textil en una fábrica de los alrededores. Casi de inmediato surgió el romance. Al principio, gozaron como locos en la más deliciosa y emocionante clandestinidad. Hasta que las breves probaditas de su prohibido amor ya no fueron suficientes y, entonces, en el corazón de la mujer atribulada floreció el germen de la maldad. Al principio pensó en divorciarse, pero así no obtendría los mismos beneficios monetarios que asesinando al marido. Así que Eugen tenía que morir. Pero, ¿cómo? Igual que sucede cuando se desea descartar a cualquier rival y uno echa mano de alguien poco perspicaz para que haga las veces de brazo ejecutor, la “amante esposa y secreta amante” –denominaciones usadas para sí misma, por la personaje, que me fascinaron– decide utilizar a Ulli como verdugo. Pero el destino, en ocasiones, juega bromas pesadas. Y esta vez, así sucedió. Eugen y Ulli terminan siendo amigos de pesca, en lugar de que éste último ultimara al marido engañado en los inhóspitos y solitarios parajes en que la autora intelectual del crimen fallido propició el encuentro. Primer intento: un completo fracaso. ¿La segunda sería la buena? Pero ahora la cantidad de bellacos a eliminar se había duplicado: si tan buenas migas habían hecho el marido cornudo y el pusilánime amante, bueno sería que murieran ambos a la vez. Asfixiados con espinas –grandes y pequeñas– extraídas al producto de su propia pesca, colocadas para tal fin en deliciosos buñuelos puestos en la canasta de viandas que tan singular mancuerna de pescadores llevaría consigo a su siguiente aventura. Segundo intento: un fiasco. ¡Fue el glotón guarda del lago adonde ambos fueron, el que cayó! Ya nada había que hacer, sino resignarse. ¿Resignarse? ¡Jamás! La oportunidad decisiva vino de forma inesperada. Un día, una mujer que se hizo llamar Adelaida llamó a la casa de la frustrada asesina. ¡Era la mujer del difunto! Sumar dos más dos no le había sido complicado. La presencia de restos de los buñuelos letales dentro de aquella coqueta canasta que no podía ser sino de la mujer del pescador que sobornaba a su marido, a cambio de permitirle pescar en zona prohibida, la llevó a resolver el crimen. Sin embargo, lejos de reprochar nada, la astuta dama se mostró de lo más agradecida por el involuntario favor recibido. Si bien este hecho no le fue del todo provechoso a la viuda porque el guarda nunca aceptó contratar un seguro de vida, sagazmente pensó que al devolver “el favor” a su bienhechora, la cosa sería distinta. Y estaba en lo cierto. Aclarado esto, apareció un mundo de riqueza en el horizonte de ambas. Una vez que se deshicieran de Eugen, ya habría tiempo para elegir. Después de todo, ¿qué guapo y rico caballero podría resistirse a los encantos de una u otra mujer?
      –¿Qué preferirían hacer ahora? –pregunté tras leer y comentar Fisherman´s friend de Ingrid Noll junto a las Locas y Locos Escritores, y añadí: ¿desean escribir una nueva historia o transformar la que hicieron la semana pasada, en que fue ultimado un personaje en la imaginación de otro, bajo este nuevo modelo? Y, de un modo u otro, ¿cómo lo harían?
      Ya prevenido contra la perversidad sorpresiva y –hasta hace poco desconocida– de mis cómplices de letras, los escuché urdiendo nuevos planes –tan maquiavélicos como efectivos– para borrar a ciertos sujetos detestables, de este mundo.
      Las fases que habíamos reconocido en el texto de Noll, toda una reina del género negro contemporáneo, fueron:
a)    Un personaje estorba a otro para sus planes; el segundo decide eliminar al primero, especialmente, si ello redituará en un claro beneficio, por ejemplo, económico, social o laboral.
b)    El personaje que ha reconocido en sí mismo el deseo de ultimar a otro, urde un plan y, para ejecutarlo, se sirve de un tercer personaje que de alguna manera también se vea beneficiado con la eliminación del que estorba (o, al menos, eso se le hace creer).
c)    Si quien ayudaría al autor intelectual del asesinato no sólo falla en llevarlo a cabo, sino que además se alía con quien habría sido su víctima, entonces ambos merecen morir.
d)    Si el azar favorece al par de mequetrefes y, en su lugar, el blanco del ataque resulta ser algún otro incauto ¡oh, desesperación! ¿Es que no tiene uno derecho a que algo le salga bien en esta vida?
e)    Pero el personaje con agudo instinto asesino no debe angustiarse, porque la ayuda puede llegar… de donde menos se lo espera.
      Bajo este segundo modelo que les comparto, la cosa no es tan fácil como en el primero, del que mostré el proceso creador, la semana pasada. No obstante, lo complejo puede resultar mucho más entretenido y, la venganza degustada así, quizá supere en dulzura a la misma miel.
      ¿Les gustaría conocer los textos que hemos realizado en el Taller de Creación Literaria El arte del striptease siguiendo a las grandes del género negro? Este verano, celebraremos una tertulia literaria bajo el tema de “Las mil y una formas de matar al personaje literario”. Sin embargo, les adelantaremos parte de nuestro trabajo con las palabras, este 18 de junio a partir de las 17:00 horas en la antigua Estación del Ferrocarril de la ciudad de Iguala de la Independencia. En este evento, leeremos textos sobre varios temas sugerentes, que los atraparán. Además de ello, desnudaré a la musa de los autores y mostraré a ustedes el proceso creador de los textos que presentaremos.
      Si desean unirse a nuestro grupo; no lo duden. Tal vez cualquiera de estos lunes de cuatro a seis en la Casa de la Cultura de la Universidad Autónoma de Guerrero, se descubran escritores y, también, se sorprendan gozando junto a nosotros, al derramar sangre… tan sólo con tinta y papel.
      Sus comentarios y textos son bienvenidos en: el.arte.del.striptease@gmail.com
Ingrid Noll, "culpable" de ideas asesinas frescas en los Locos Escritores y Escritoras.

sábado, 2 de junio de 2012

Palabras que matan


Hermes Castañeda Caudana
“Hoy he matado a Roger Hoolihan. Ha sido poco después de mediodía, como había planeado.” Son las líneas con que Aaron Wechsler comienza su recuento cotidiano en la hoja de diario del 28 de septiembre de 19... Más adelante, describe pormenorizadamente los detalles e, incluso, anticipa que tardarán un par de días en encontrar el cadáver, porque casi nadie abre el armario de almacenaje en que lo ha escondido.
      –¡Qué frialdad en la sangre! –pensarán algunos.
      –¡Qué terrible asesino! –tal vez, exclamen otros.
      Roger, sin embargo, merecía morir. Definitivamente. Por eso fue el número uno en la lista de Aaron. El ahora difunto y los demás, hacen la existencia difícil al personaje justiciero –Aaron– en aquella oficina de correos. Por eso Mac será el dos, Bobby el tres y… y…
      En la realidad construida para sí mismo en que habita, Aaron borra del mapa a los bellacos. Escoge cuidadosamente el arma y el momento. Y entonces lo hace. Una hoja de diario atestigua el crimen. Al otro día, el poder que aquellas indeseables sabandijas tenían sobre él, ha cesado. Para él, están muertos. Y los muertos no le hacen daño a nadie. Aunque gocen de buena salud.
      Genial, como toda su obra, es el cuento Música que mata de Patricia Highsmith, en el que vive Aaron y regresa a las andadas, cada vez que un lector abre las páginas del libro Una afición peligrosa, en que se le ha compilado. Nuevamente, la autora hace traspasar a uno de sus personajes, los linderos de la normalidad –si es que tal cosa existe– y nos muestra a un ser solitario y fuertemente golpeado por la vida –su mujer lo ha abandonado, sus hijos lo han decepcionado–, que asume que el mundo entero está en contra suya. Sobre todo, cuando ponen en la oficina esa odiosa música que lo desquicia. Música que mata. Los compañeros de trabajo de Aaron no son, precisamente, adorables y blancas palomitas; pero él –trastocado por sus desgracias personales–, ensancha las mezquinas intenciones que tal vez en efecto tienen para molestarlo, y entonces decide eliminarlos –uno por uno– en su imaginación, y lo registra en una bitácora de crímenes, que deja constancia de su revancha hacia aquellos a quienes detesta.
      Cuando pensé en llevar al Taller de Creación Literaria El arte del striptease la propuesta de idear y escribir el asesinato imaginario de un personaje literario, me dije que quizá sería muy complicado, que probablemente resultaría un ejercicio escabroso, que se nos dificultaría realizar a todos. ¡Qué equivocado estaba! Tras leer algunos fragmentos de Música que mata y proponer a las Locas y Locos Escritores bosquejar un texto en que un personaje matara a otro en su imaginación, ellas y ellos me miraron con gesto adusto, que el narrador omnisciente que vive en mí, interpretó como un: “¡ahora sí, el maestro en verdad está deschavetado!” No obstante, tras quince minutos de escritura con una música de fondo tenue, y de un silencio de palabras sólo interrumpido por las explicaciones dadas en susurros a quienes llegaron tarde la clase y recién se incorporaban, me esperaba la mayor de las sorpresas.
      Entre risas macabras y aparente timidez antes de leer cada escrito, ¡los participantes se revelaron como sagaces asesinos! Con pistolas, piedras, perforadoras para papel, y otras armas igualmente letales, fueron ultimados nefastos sujetos… que indefectiblemente se lo merecían: un abusivo acosador, una patética mujer injuriosa que inventa un tórrido romance entre una compañera de trabajo –a quien envidia terriblemente– y el jefe de ambas, una trabajadora doméstica explotada por su patrón, un canalla que descaradamente se presenta ante una antigua víctima de amores como si nada hubiera pasado y desea vivir con ella otra noche de romance, y un rival en el grupo de clases a quien hay que hacer pagar su presunción. En la discusión sobre la verosimilitud de cada escrito, además, fluyeron como caudaloso río las sugerencias: al acosador hay que golpearlo repetidas veces con una piedra lisa, una vez que caiga al suelo; a la compañera de trabajo que esparce el rumor de que una maestra de la escuela donde trabaja y el director de la misma son amantes, será mejor ahogarla con una bolsa de plástico ecológica, por aquello del cuidado ambiental; la trabajadora doméstica debe prever muy bien la forma que elija para eliminar al explotador, requiere ser letal y no dejar rastros, ¿tal vez el suministro de algo que envenene lentamente al anciano patrón?; al canalla hay que apuntarle con un arma de fuego para que, en un solitario paraje, ingiera comida hasta indigestarse; y al rival de estudios de la Escuela Normal para profesores de secundaria, hay que ejecutarlo disparando un arma “por accidente” mientras se hace un juego de roles en una clase sobre el desarrollo de los adolescentes, en que se aborde el tema de las pandillas.
      ¡Mis ojos se abrían desmesuradamente! Cada nueva propuesta de los autores ahí congregados era mucho más creativa ¡y perversa! En ese instante me prometí, no enemistarme jamás con los Locos y Locas Escritoras.
      Concluimos, en que la muerte de un personaje literario en la imaginación de otro, precisa de cuidar detalles como construir minuciosamente el perfil del asesino, a fin de que su personalidad sea comprensible, al igual que sus acciones. Como Aaron, el personaje de Patricia Highsmith en Música que mata, cualquier ser humano puede rebasar los linderos de la convencionalidad y transgredir las normas sociales que le han sido inculcadas. El personaje ejecutor, por lo tanto, no debe parecer distinto a cualquiera de nosotros. Logrado esto, se entra en un delicioso juego de complicidad con el creador literario, porque el lector “acompaña” al personaje en ciertas acciones y, de otras, toma distancia; uno puede decir: hasta aquí, haría lo mismo que hace Aaron; hasta este otro punto, ya no. Sin embargo, puede suceder, como me pasa a mí, que termine disfrutándose el cuento intensa y desprejuiciadamente, admirando la pericia del autor o de la autora, al volver creíble una historia de asesinato, que no hace sino arrojar luz sobre los recovecos de la interioridad humana, adonde muchos quizá albergamos a un asesino en potencia, que más vale liberar con arte, en un texto literario.
      Este verano invitaremos a todos ustedes que nos leen, a una tertulia literaria con el tema de las mil y un maneras de ultimar al personaje literario. Con esto, las Locas y Locos Escritores, iniciamos el negro camino del misterio, siguiendo a los grandes; como Patricia Highsmith, Ingrid Noll y José I. Delgado Bahena.
      Estén pendientes, próximamente El arte del striptease vestirá sus oscuras galas. Por eso, más vale no enemistarse con quien tiene el poder en su pluma. Nuestra próxima víctima podrías ser… TÚ.
      Para más perversas ideas y sugerencias, escríbanos: el.arte.del.striptease@gmail.com
Patricia Highsmith, la más grande.






jueves, 24 de mayo de 2012

La auto entrevista: una técnica para desnudarse y vestirse con arte



Hermes Castañeda Caudana
Este semestre, en el Taller de Creación Literaria El arte del striptease de la Casa de la Cultura Zona Norte de la Universidad Autónoma de Guerrero, un tema central ha sido la construcción del personaje en el texto literario. En nuestra más reciente clase, experimentamos con una técnica tomada del nuevo libro de María Guadalupe Calles Salazar, mejor conocida como Lupita Calles o Pipis, como prefiere que la nombren. En Cromosoma X, esta atrevida y subversiva escritora incluye una auto entrevista; en ella, una de las personajes formula cuatro planteamientos a la otra, inspiradas ambas –la curiosa y la que suelta la sopa– en la propia Pipis. La entrevistadora interroga intrépidamente a una Lupita Calles inclinada a mostrar su desnudez; congruente con lo que dice otro de sus personajes en el libro, concerniente a que se desnuda quien no tiene culpa; los que se sienten pecadores –agrega– no lo hacen. Como resultado de ser auto entrevistada, Lupita esclarece si es Pipis o Guadalupe; quién es su hijo consentido; quién, el amor de su vida; y ya entrada en confesiones, ¡da la primicia sobre cuántas parejas sexuales ha tenido! Mirándonos unos a otros, los asistentes ese día al taller –Joaquín, Soledad, Gema, Luisa, Magda, Perla, Rosa María, Valentín y yo–, atisbábamos cuáles serían nuestras respuestas, qué variante daríamos a la pregunta o que otro planteamiento podría cada uno formularse a sí mismo, mientras leíamos el texto que utilizaríamos como modelo, y las preguntas y respuestas de la autora del mismo, subían de color y nos echábamos aire con los cuadernos, aludiendo –como pretexto, claro está– al intenso calor de la tarde igualteca.
      Como es habitual en cada sesión de clase, se nos llegó el tiempo de escribir; y entre risas divertidas, invocaciones a las musas y uno que otro pensamiento compartido en voz alta, los y las presentes, dimos comienzo a nuevos textos. Antes de ello, sin embargo, y para desterrar por entero cualquier expresión de congoja en los rostros de las Locas y Locos Escritores ahí congregados, aclaramos que, como lo hace Lupita Calles en su libro y ella misma lo explica, podíamos escribir amalgamando verdad, inventos, deseos reprimidos y situaciones que se hubieran quedado grabadas como sobresalientes en nuestra mente. Ello dio lugar a más ideas picarescas, ocurrencias, cosas disparatadas, o bien, tan sólo a la posibilidad de colocar un velo de misterio a los secretos que revelaríamos con nuestras respuestas; porque no es lo mismo presentar algo declarado autobiográfico, que hacerlo público tras decir que es resultado de un striptease literario, en que se ha vestido con técnica y pericia, la desnudez inicial de la escritora o el escritor.
      Más adelante, al leer en voz alta lo que alcanzamos a realizar tras quince minutos de escritura, lo enriquecimos mutuamente con algunos comentarios y, como siempre, se hicieron evidentes las singularidades que hacen único a nuestro grupo y, que en cada uno de nosotros, sientan las bases para la definición de un estilo en el hacer literario.
      Una vez vivida esta nueva experiencia con la auto entrevista como técnica para perfilarnos como nuestros propios personajes en un escrito, concluimos en que, además, podríamos provocar que se auto entrevistaran algunos otros de los seres a quienes damos vida con nuestra pluma, el tecleo persistente y necio de nuestros dedos, nuestra propia biografía y mucha imaginación.
      De tal manera, apreciables lectores que ¡he aquí una nueva incitación a la escritura! Como ya les decía, ustedes pueden –con su inventiva y estilo peculiar–, preguntar y responder mil cosas más. Depende de qué tanto estén dispuestos a mostrarse, pero incluso así, tampoco se angustien… siempre queda el recurso de hacer un striptease a la inversa.
      Si se animan a auto entrevistarse y desean publicar su texto en Redes del sur, háganoslo llegar. Los esperamos en: el.arte.del.striptease@gmail.com, o por inbox, en Facebook: Hermes Castañeda Caudana

Vista parcial de las Locas y Locos Escritores... por ahí andan las y los demás.

sábado, 19 de mayo de 2012

Desnudando a la musa


Hermes Castañeda Caudana

¿Qué es más fácil? ¿Desnudarse o saber vestirse? ¿Se lo han preguntado alguna vez? Los creadores literarios hacemos ambas cosas todo el tiempo. Primero, nos despojamos de prejuicios e invocamos a la musa, ofreciéndole el señuelo de nuestras vivencias, de nuestras verdades. Nos desnudamos. Sin embargo, el espectáculo comienza cuando el escritor o la escritora visten con imaginación, y destreza en el empleo de sus herramientas artísticas, su desnudez inicial. Es entonces cuando hacemos un striptease a la inversa, cuyo resultado son obras como las que ustedes leen cada semana en este espacio. Hoy, es momento de desnudar a la musa. De seducirla hasta que nos muestre sus secretos y, con ellos en la mano, probar que nadie nace siendo escritor. Que todos y todas podemos serlo. Éste es un buen día para comenzar.
      Los textos realizados por mí (Mi vida pasar), un joven poeta (Mi testamento) y una nueva escritora (El amor y la felicidad van de la mano), publicados durante las  semanas anteriores, si miramos con atención, tienen un mismo proceso creador, que les revelaré.
      Cierta tarde en que bebía una deliciosa crema de tequila, recordaba una de mis escenas preferidas en la película La virgen de los sicarios, basada en la novela homónima de Fernando Vallejo. Sentado frente a Wilmar –un joven sicario que recién se ha convertido en su amante–, el personaje inspirado en sí mismo que creó Vallejo, le pide que anote en una pequeña servilleta aquello que desea de la vida. El muchacho, enlista sin chistar prendas de vestir y zapatos tenis de buena marca, además de un refrigerador para su mamá. Fernando le cumple todo porque su bolsillo se lo permite y, ¡resuelto! ¿Qué más podría anhelar aquel joven? Nada. No tuvo tiempo. Justamente mientras escoltaba a quienes entregarían la ansiada nevera para su madre, es acribillado. ¿Será que nos mantienen con vida nuestros deseos?
      La invitación hecha a los jóvenes literatos de El arte del striptease, después que yo mismo probé a qué me conducía el ejercicio que realizarían ellos, consistió en enlistar aquello que más ansiaran ver materializado en un tiempo establecido por cada uno, en el futuro. Para crear una mejor atmósfera en esta fase del proceso creador, escuchamos exquisita música que no nos distrajera. El objetivo, fue trasladar de las ideas furtivas al papel, los bosquejos de los Locos Escritores que, con dedicación y trabajo, derivaron en textos vivos que persuadieron a quienes los leímos o escuchamos; nos atraparon.
      Hoy te invito a realizar tu propio escrito. Primero, elabora una lista de cosas que quieres ver realizadas en tu vida. En seguida, sitúate en un momento del mañana, en que consideres que ya las habrás conseguido. Elije si narrarás desde la primera persona, la segunda, desde la voz de un narrador omnisciente; o bien, como carta, testamento, entre otras posibilidades. Una vez creada tu atmósfera propicia para escribir, hazlo; escoge tu música preferida, o el más completo silencio; algún aroma de incienso en particular, un caballito de tequila o, tal vez, café. Incluso, decide si utilizarás algún papel especial, cierto tipo de tinta, o si emplearás una vestimenta peculiar para escribir. La esencia del escrito es que des por hecho que obtuviste lo anhelado y que tu vida ha sido o fue, como tanto soñabas. Terminado el primer borrador, conviene que lo revises, corrijas y reescribas (esto último, si acostumbras invocar a la musa a la vieja usanza, con lápiz o tinta, y papel), antes de mostrarle tu creación a quienes puedan criticarla en el afán de lograr una mayor perfección. Hecho esto, vuelve al texto; considera los periodos de trabajo y de reposo necesarios hasta llegar a la versión que decidirás publicar y, si es grande tu osadía, este espacio es tuyo. Igualmente, será un placer que leas tu escrito en El Mensajero por TV Yohuala y el 104.7 FM, un próximo martes, de 19:00 a 20:00 horas.
      A propósito de la aventura de escribir, les comparto que en breve, también tendremos ocasión de hacerlo en línea, a través de La Casa del Cirián; ¡visiten nuestro sitio en Facebook y esperen más información! También los espero en: el.arte.del.striptease@gmail.com


Hermes Castañeda Caudana; hoy prefiere que lo llamen El Mensajero; habitante de La Casa del Cirián, junto a Locos Escritores y otros seres igualmente marginales.